0.- La Tormenta

Era extraño, pero significativo. Una fiesta conmemorativa de quien diablos sabe qué. Pero ahí estaba, bien vestido y ante una mesa generosamente provista. Pero lo que buscaba estaba allá en el fondo del salón, en otra mesa junto a una vieja puerta de madera de doble hoja.

Se puso de pie.

Con la vista nublada por el humo y los vapores del alcohol, avanzó a pasos vacilantes entre el gentío. Esquivó bandejas, mozos, borrachos y bailarines. Serpenteó entre los vaivenes del viento y los avatares del paso de las eras. Golpeó puertas de castillos en las nubes, sacudió campanas llamando a la infancia perdida en las montañas sin nieve y azotadas por el viento.

Y ahí los vio.

Estaban sentados, conversando unos con otros, relajados, sin problemas. Y tenían ese brillo en los ojos. Él se quedó parado frente a su mesa, temeroso. Ellos lo miraron. Y sonrieron. Él también tenía el brillo en los ojos, aunque no podía notarlo. Nadie dijo nada. Todo se entendía. Todos lo sabían.

La imagen se descorrió, como cuando se quema el celuloide. Un viento aterrador inundó la existencia. Frío, cortante y poderoso. Envolvió la fiesta y levantó el polvo de los años. La escarcha del tiempo golpeaba su cara con violencia.

Pero nada importaba ya.

Los había visto. Estaban ahí, y ahora estaban con él. Y corrieron. Los siguió por calles grises, llenas de basura, pero todo se iluminaba a su paso. Una euforia los inundaba. Se adelantó y los fotografió, con sus caras llenas de risa y cabellos al viento. Cada momento quedó guardado en lo más profundo de la memoria, reflejada en los ojos grises que seguían fijos en su mente, como marcados a fuego.

Y se comenzó a llenar de agua. Un agua verde y celeste al mismo tiempo. Turbia, pero transparente. Y siguieron corriendo por avenidas atestadas de insensibilidad e inconsciencia.

El tiempo no podía detenerlos. El viento tampoco. El agua, tampoco...

Nada.

Despertó de golpe, con el corazón golpeando su pecho y un feroz nudo en la garganta. Se levantó y fue al balcón. La destruida ciudad le devolvió sus luces pálidas. Encendió un cigarrillo y agradeció entre lágrimas. Agradeció a su propia mente por darle tal respiro. Pero también la maldijo. Ya no dormiría tranquilo... sólo querría volver a estar ahí, corriendo tras ellos, en medio de risas, agua y viento...

(Canción Sugerida: The Mirror Waters de The Gathering, del disco Sleepy Buildings)

2 comentarios:

OHM dijo...

Oye, me gustó... es algo más que apocalíptico, pero me gustó.

Ygal Figlerowicz dijo...

Es la idea, pero es un apocalipsis medio cuático de entender, ya verás!!

La verdad será revelada!!!