1.- En movimiento...


El espejo no mentía. Había algo de vejez en la mirada. La piel, ajada y cenicienta, parecía asegurar lo anterior. Canas peregrinas se esparcían en la mata de pelo oscuro y ondulado. Se secó la cara y salió del baño.

Tomó unos jeans gruesos de color gris oscuro y se los puso inmediatamente. El contacto de la tela con la piel fue rápido y placentero. Una camiseta manga larga negra terminó de ocultar la piel blanca como el estómago de un sapo. Se calzó las botas de excursión y se dirigió a la cocina.

Café de grano. El olor lo sedó de inmediato. Era de los pocos que aún tenían agua y electricidad, por lo que el hervidor de agua era un bien bastante apreciado por él. Un pastel envasado y una manzana de piel arrugada completaron el desayuno. Ya era muy difícil encontrar cereal; y leche o yoghurt, prácticamente imposible.

Se sentó lentamente con la bandeja en el desordenado comedor, de espaldas a la puerta. Saboreó el pastel y el café, optando por comer después la manzana pulcramente lavada. Mientras tanto, observó su departamento.

Estaba ubicado en un antiestético edificio ñuñoíno de principios de los 80, sólidamente construido en ladrillo rojo y baldosas blancas. Las dos piezas estaban cuidadosamente ordenadas, no así el living y el comedor, que más bien parecían los restos del paso de un huracán. La razón para mantener semejante diferencia era la de espantar a los indeseables. Cualquier visitante inoportuno se sentiría motivado a investigar en las piezas si se vislumbraba algo de orden a primera vista. Pero la apariencia de abandono entregaba una seguridad adicional a las dos cerraduras en la pesada puerta de madera, rellena artesanalmente con cemento.

Un sonido leve lo sacó de sus pensamientos. Bajo la puerta, habían deslizado un sobre.

Con cuidado lo tomó. Hacía mucho que no veía uno. Era de tamaño oficio, un poco sucio y sin cerrar completamente. La hoja era tamaño carta y tenía una sola frase, escrita en una letra manuscrita apretada y abundante en faltas de ortografía. En la esquina inferior derecha, una mancha verde, posiblemente palta.

"hoydia donde simpre nos encontravamos y a la ora de siempre tanbien. ben solo"

El mensaje lo confundió un poco. Las únicas visitas que solía recibir eran las de su hermano para intercambiar cosas o del vecino del piso de arriba, para compartir cigarrillos, chocolate o balas.

La mancha de palta y los horrores ortográficos se ajustaban sólo a un individuo...

"Raimundo..."

Sonrió. Terminó el pastelito y el café. Se puso la cartuchera con la pistola en la cintura y el sombrero de cuero, de ala ancha. Cigarrillos y un zippo. El largo abrigo negro de lana y el rifle colgando al hombro. Municiones en el bolsillo izquierdo y la arrugada manzana en el derecho. Con lentitud abrió la puerta, salió y cerró las dos chapas.

El sol amenazaba alzarse sobre las montañas. Pero era sólo eso, una amenaza.

(Canción Sugerida: Man on the Moon de REM, del disco Automatic for the People)

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