2.- La ruta de las hojas...

El frío le golpeó la cara sin afeitar. Bajó las escaleras con calma, sin hacer demasiado ruido. Se acercó a la desvencijada reja y se encaramó en ella. Pisó mal un resto de metal y cayó fuera de lo que antiguamente se alzó como el portal de un condominio. Se produjo un bullicio.

Se odió.

Se levantó con cuidado y limpió el abrigo. Luego, miró su reloj. Faltaba mucho para la hora concertada en el mensaje, por lo que debía ocupar su tiempo en algo mejor que pararse en medio de fierros retorcidos.

Caminó a paso rápido pero cauteloso por la avenida. Los plátanos orientales se mecían mustios sobre la calle, dando la sensación de enormes manos dispuestas a aferrarse a quien pasara. Pero al menos había algo positivo: ya no dejaban caer esa asquerosa pelusa que provocaba alergias cada primavera.

No había nadie circulando. Restos de basura por todas partes, un perro vago durmiendo detrás de unas cajas de cartón, hojas secas o a medio podrir. Los edificios semiderruídos. El aire, sin embargo, se encontraba limpio gracias al inusual viento. Además, las nubes amenazaban una linda lluvia por la tarde. Y el sol seguía tras las montañas, mostrando apenas su brillo en las altas cumbres.

Tras atravezar lo que quedaba de un proyecto de gimnasio, llegó a las solemnes ruinas de un tradicional colegio católico. El día que todo sucedió, las techumbres del colegio volaron por los aires, junto al malogrado personal de aseo, el staff de profesores e inspectores, y uno que otro mateo madrugador.

Tras unas cuatro cuadras más por calle Montenegro, llegó a su destino. Una avenida ancha y muy larga de nombre aristocrático: Irarrázabal. Enfiló entonces hacia el antiguamente llamado poniente por aquella avenida. Por todas partes se veía el mismo espectáculo: basura, algunos perros vagos, edificios que parecen llorar trozos de cemento y vomitar pedazos de balcones. En fin, la grisácea visión general de la ciudad en ruinas.

Llegó a la Plaza cuando el reloj digital en su muñeca izquierda marcaba las 09:52. Ya había algunas personas dando vueltas.

Y el sol seguía sin salir...

(Canción Sugerida: Beauty*2 de Ladytron, del disco Witching Hour)

2 comentarios:

Unknown dijo...

Si sigues por la línea del suspenso puedes provocarnos algún ataque sin precedentes.

Has pensado que diría Sabat cuando vea a su ñuñoa destruida?

Abrazos, continúa en la senda.
Cariños Pancha y Moni

Ygal Figlerowicz dijo...

Supongo que la idea del suspenso me atrae mucho. Y respecto de Ñuñoa destruída, creo que Sabat ya empezó que rato.