5.- El Desvanecimiento

No se dio cuenta cuanto tiempo caminó por la antigua avenida Irarrázabal. Simplemente su vista estaba fija en el horizonte, en la línea derruída de edificios que se alzaba donde quiera que dirigiera la mirada.

Se detuvo junto a lo que en su momento fue una concesionaria de automóviles chinos de nombre inpronunciable. Había sentido un ruido tras sus pasos, hacía bastante rato y de manera más o menos regular.

No era primera vez que intentaban robarle. El abrigo de lana era algo por lo que muchos matarían. Pero esta vez tenía frío.

Se dio vuelta de súbito. Rápidamente apuntó con el rifle y apretó el gatillo, apuntando al segundo piso del edificio semiderruído tras él. El rebote de la bala sonó como el de las películas. Una figura se echó al piso de inmediato.

Mauricio se acercó lentamente, sólo para descubrir a Daniela acurrucada en el piso. Ella lo miró con los ojos aún enrojecidos, pero él no parecía entender.

"¿Por qué me sigues? Casi te di un balazo allá en la plaza..."

"Y casi me diste un balazo acá también. Pero eres la primera persona conocida que encuentro desde que pasó todo y no se... no estaba bien con los otros... ¿puedo acompañarte?"

Una mueca de resignación se dibujó en Mauricio. Gruñó e hizo un gesto para que comenzara a caminar.

Mientras caminaban por Irarrázabal, intercambiaron sus historias recientes.

Ella se encontraba en su casa. Tenía el día libre por lo que quiso quedarse un rato más en la cama. Luego se vio aplastada entre su cama y el techo, durante un largo minuto y medio. Vio a su gato agitarse como si se estuviera electrocutando y salir disparado por la ventana. Vio cosas perdidas alzarse tras los muebles. Al terminar todo, salió al patio y vio caer todo... y a todos.

Él iba saliendo de su departamento. Se había quedado dormido para ir a la oficina en ese trabajo mal pagado que tenía. Estaba en el estacionamiento subterráneo para coger su moto cuando se dio cuenta que había dejado la carpeta con los informes sobre la mesa. Entonces se devolvió, y estaba por subir al ascensor cuando éste simplemente desapareció hacia arriba. Estuvo pegado al techo del vestíbulo durante el mismo minuto y medio, y el pedestal - cenicero de metal junto a los ascensores le rompió una ceja con violencia. Cuando todo terminó, fue a la calle y lo primero que tuvo que hacer fue esquivar un carrito de Nuts 4 Nuts que caía desde el cielo, desde el poniente.

Se quedaron en silencio de golpe. La avenida Antonio Varas se mostraba tan ruinosa como se esperaba. Pero una figura estaba parada en medio de la calle, mirando hacia el norte.

Era una estatua, blanca como la sal. Una mujer vestida con túnicas. Ya de por si era impresionante ver una estatua entre todo el desastre. Lo que los dejó atónitos, fue que volvió la cabeza para mirarlos. Ni Mauricio ni Daniela atinaron a hacer un sonido o un movimiento.

La mujer sonreía levemente. De pronto, cerró sus ojos y comenzó a desvanecerse como si estuviera hecha de talco hasta que no quedó nada. Todo sucedió en apenas unos segundos. Y no había viento...

Tampoco había sol...

(Canción Sugerida: Comfortably Numb de Pink Floyd, del disco The Wall)

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